ADORACION SOBRE RUEDAS.
El culto había comenzado y las dulces notas musicales de una guitarra nos daban la pauta para comenzar con el momento de "adoración". Paralelamente se iban dando momentos para conversar con Dios, decirle lo mucho que le amamos, resaltar sus muchos atributos y por supuesto el momento de las peticiones personales. Puesta de pie, los ojos cerrados y las manos levantadas en adoración, había llegado el momento de sacar mi mochila cargada de peticiones. En mi mente visualicé la larga lista, ¿con cuál de todas comenzar?, todas eran importantes, pero unas tenían etiqueta de "urgente", cosas "averiadas" que requerían de un toque divino para ser sanadas y restauradas.
Mi "adoración" de pronto se vio interrumpida por un canto que sobresalía al de toda la congregación, no era la voz de un afinado director de alabanza, ni un coro polifónico. Eran los "gritos" de Daniel, un niñito de unos 6 años quien sentado en su silla de ruedas alababa a su Señor, no sólo con la letra de la melodía, sino con un grito de su alma que decía: "Hosanna al Hijo de David", porque reconocía que el Médico de médicos estaba en nuestro templo sanando a los enfermos del alma, del cuerpo y del corazón.
"Se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los sanó. Pero cuando los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley vieron que hacía cosas maravillosas, y que los niños gritaban en el templo: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron.- ¿Oyes lo que ésos están diciendo? --protestaron.
- Claro que sí --respondió Jesús--; ¿no han leído nunca: "En los labios de los pequeños y de los niños de pecho has puesto la perfecta alabanza?" Mt.21:14-16
A veces los adultos nos creemos tan sabios y entendidos, sin embargo vivimos cargados por tantas cosas, que ni siquiera nos queda tiempo o fuerzas para adorarle. Dios nos vuelve a decir que debemos ser como niños; humildes, inocentes y crédulos.
A veces los adultos nos creemos tan sabios y entendidos, sin embargo vivimos cargados por tantas cosas, que ni siquiera nos queda tiempo o fuerzas para adorarle. Dios nos vuelve a decir que debemos ser como niños; humildes, inocentes y crédulos.
Él no necesita de fuerzas súper poderosas para defenderse, tanto es así, ¡¡que podría dejar en manos de los niños la defensa de su nombre !!
Quisiera ser como Danielito, un niño adorador sobre ruedas, con muchos impedimentos físicos, pero capacitado por la revelación que a su corta edad tiene de Dios, para adorarle en espíritu
Quisiera ser como Danielito, un niño adorador sobre ruedas, con muchos impedimentos físicos, pero capacitado por la revelación que a su corta edad tiene de Dios, para adorarle en espíritu
y verdad.
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