lunes, 6 de octubre de 2008

EDUCACIÖN DE ANTICIPACIÓN. Extracto Cnferencia del Autor. Gabriel castillo




INNOVACIÓN ES ATREVERSE A MIRAR CON LOS OJOS DE LA VERDAD NUESTRA REALIDAD EDUCATIVA,PARA MEJORARLA Y REENCANTARLA. TE INVITO A LEER ESTE MATERIAL.


Estoy en mis clases de Filosofía de la educación, intentando convencer a unos traductores y a unos historiadores, de que la pedagogía bien vale la pena. Me explico: no son pocos los alumnos que tengo, que no entran a estudiar pedagogía por gusto, sino por necesidad. En realidad les fascina el inglés y/o la historia, pero como en las universidades estas carreras se imparten asociadas a pedagogía, deben soportar estoicos las clases de educación. Para mí, que amo la pedagogía, por sobre la filosofía, esto resulta complejo. Es así como recurro a los grandes para convencer.
A continuación un texto de Gabriel Castillo, tomado de su libro "Educación de anticipación", en él se relaciona la vocación con la educación. a ver si así me creen mejor.
1. La educación es desarrollo de la vocación.
El niño que nace no entiende aún la vocación que lo llama, No sabe en qué empresa habrá de poner su vida y no conoce el aporte único que él trae a la existencia. Aunque desde el primer momento es un hombre, tiene todavía que des­cubrir cómo llegar a serlo; aunque desde antes de nacer ya espera, tiene toda­vía que aprender a amarrar su vida a la esperanza; aunque la vida suya ya la posee, tiene que descubrir todavía cómo vivirla, tiene que aprender a tomarla en sus propias manos ya aportarla en la tarea común de hacer ya, ahora ha­bitable el mundo. En ese movimiento el hombre puede darse cuenta tempranamente de la vocación que lo llama o tardar un tiempo en dar con ella. Y, si llega a darse cuenta de su vocación, puede consentir en su requeri­miento o hacerse a un lado y dejarla pasar. Sea por la fuerza o por la debilidad del desarrollo de su capacidad de amar, y por las condiciones de humanidad o de contrahumanidad que se den en su mundo exterior, el hombre puede vivir acercándose hacia su vocación o alejándose de ella. Y, si llega a darse cuenta de su vocación, puede consentir en su requeri­miento o hacerse a un lado y dejarla pasar. Sea por la fuerza o por la debilidad del desarrollo de su capacidad de amar, y por las condiciones de humanidad o de contrahumanidad que se den en su mundo exterior, el hombre puede vivir acercándose hacia su vocación o alejándose de ella. Puede un hombre haber tenido la suerte de haber oído desde niño la buena nueva de su dignidad y de su propio valer y de la necesidad que tenía su mundo de él; o puede que no haya escuchado nunca esa información. Pue­de haber tenido razones para creer que esa noticia era cierta; o puede haber tenido condiciones de vida tan inhóspitas que no ha podido creer noticia al­guna sobre su dignidad y su valer. Cuando un hombre, en la interacción que hace su intimidad con su mundo, se está dando cuenta de su vocación, y está buscando acogerla y asu­mirla, se dice que ese hombre se está educando o que se está educando positi­vamente. Se dice que está tomando conciencia de lo que tiene que ser y se está ocupando de encarnar esa toma de conciencia. Así que el signo de la presencia de la educación es la conciencia del valor de la vida, es la alegría de vivir, es el contentamiento producido por la existencia en común con otros hombres, Es el goce de saber que ningún hombre está de más, sobrante, sin destino, sino, por el contrario, que, en cada uno, late la más alta dignidad y que cada uno trae un aporte único e insusti­tuible a la edificación de una sociedad cada vez más humana. Es la existencia de una activa esperanza que se manifiesta en la anticipación de una vida de mayor plenitud. Así que un hombre está educándose cuando está desarrollando su capa­cidad de respeto y de valoración de todo hombre y cuando está descubriendo que su vida, con todas sus limitaciones, es, sin embargo, necesaria para la vida de otros. Un hombre está educándose cuando, de las múltiples y, en ocasiones, contradictorias fuerzas que pugnan en su intimidad y en la organización so­cial, toma las que llevan hacia el amor y hacia la verdad, hacia la comunión humana y hacia la ciencia, y les entrega la primacía y la conducción. Un hombre está educándose cuando, en medio de la adversidad levanta firmemente la esperanza en una vida y un tiempo en que la adversidad perde­rá su victoria. Un hombre, en suma, está educándose cuando está aprendiendo a amar la vida, a cuidarla, a generarla, a protegerla, a cultivarla, a esperarla, a antici­par su plenitud. Cuando, por el contrario, en la interacción con su mundo, un hombre no logra acercarse a su vocación, sea porque la rechaza o porque tiene grandes dificultades para dar con ella, se dice que ese hombre no se está educando, o que se está educando mal o que su educación es negativa. Así que el hombre está deseducándose, o educándose mal, cuando está llegando a pensar que la existencia es, para él, tierra extraña donde no tiene espacio ni acogida, de modo que sólo cabe enfrentarla con el resentimiento y la violencia. O cuando está creyendo que los talentos recibidos son tan des­preciables que lo único procedente es enterrarlos; o cuando está apreciando que los otros hombres son sólo un limite a sus necesidades y que el aisla­miento y la agresión son los caminos reales y eficientes para tener un sitio en el mundo; o cuando está percibiendo la realidad como prisión cerrada en la que acabó ya toda esperanza. De modo que el hombre se educa cuando toma el camino de su voca­ción y se deseduca cuando toma un camino diferente. Se educa cuando está asumiendo su propio ser, es decir, cuando está aceptando entregar a otros el aporte inestimable que él es, y no se educa cuando no está descubriendo o está rechazando el aporte que él significa para la vida de los demás. Se educa cuando su intimidad y su acción se organizan en y para la construcción del mundo humano y no se educa si no se desarrolla en el servicio y para el servicio de ese objetivo. Se educa cuando crece en esperanza y no se educa cuan­do está pensando que todo es ya definitivo, fijo y sin salida. Educarse no es pues, como algunos creen, adquirir información. La in­formación puede servir tanto para cuidar como para destruir la vida. Educarse no es tampoco conocerse a sí mismo. Quien se acerca al co­nocimiento de sí mismo tanto puede aceptarse como rechazarse y, rechazarse a sí mismo equivale a no querer aportarse, a no querer educarse.Educarse no es tampoco lo mismo que desarrollar las potencialidades. Potencialmente el hombre dispone tanto de fuerzas que lo empujan a la vida, como de fuerzas que lo llevan a la muerte. Es la organización que se da a esas fuerzas y no, simplemente, su desarrollo lo que decide que un hombre se eduque o se deseduque.Educarse no es tampoco aprender. Se puede aprender a amar como se puede aprender a odiar, se puede aprender a liberar como se puede aprender a oprimir. Es el contenido de lo que se aprende y no el hecho de aprender lo que determina que un aprendi­zaje sea útil o inútil a la educación del hombre. Educarse no es desarrollar la expresión de la singularidad. El hombre tiene que buscar su particular expresión porque está llamado a ser él y no otro. Pero su misión no consiste en ser distinto, sino en construir el mundo humano; y, si bien su singularidad es exigible, ella tiene que ser buscada en el contexto en que asume su sentido. Porque la singularidad no está dada sólo para que se manifieste, sino, esencialmente, para que se aporte. Si esto se olvida, surge el individualismo; y la singularidad, en vez de ser aportada para el crecimiento de otros, tiende a surgir con indiferencia de la vocación de otros y, en ocasiones, a costa de la vocación de otros. Educarse no es aprender a tener esperanza en el futuro. La esperanza que sólo se tiene se puede perder mañana. Por otra parte, la expectativa del futuro puede convertirse en hipoteca del presente. Si sólo se tiene esperanza en una realidad que no existe Y, si a esa realidad venidera, se sacrifica lo ahora existente, entonces el hombre no se educa pues no vive su condición hu­mana, sino que sólo la espera.Educarse no es aprender a tener esperanza, sino aprender a vivir según la esperanza. Aprender a ahondarla y hacerla activa. Tanto que lo que se es­pera se trae ya al presente. De modo que el aquí y el ahora no son oscureci­dos por la expectativa del futuro y, por el contrario, integrados con el futu­ro, se llenan de sentido. El presente se hace total, se constituye con lo venide­ro, no se encierra en una fijeza inexistente, sino que se adentra en la realidad de la realidad, toma su movimiento; y prefigura lo que, en su totalidad, se manifestará más adelante. Así que educarse es aprender a esperar activamen­te, a actuar hoy según la esperanza, a anticipar, ya ahora, la meta y la imagen de sociedad cuyo cumplimiento se espera. Educarse es, en suma, buscar el hombre su forma humana. Educarse es avanzar, cada cual, en la valoración de la vida de los hom­bres con que está implicado y empeñarse en el establecimiento de formas de relación que hagan posible que esas vidas surjan y alcancen su manifestación. Educarse es tomar conciencia, el hombre, de la dignidad inestimable de toda vida humana y organizar su intimidad en la disposición permanente de buscar y crear las condiciones en que esta dignidad pueda ser, por todo hom­bre, vivida. Educarse es darse cuenta, el hombre, del aporte único, y sin reemplazo, que él significa para otros seres humanos y para la elevación de la vida huma­na en el mundo, y consentir en ese aporte y, por ende, disponerse a llevarlo a su cabal expresión. Educarse es darse cuenta, el hombre, de la ruptura que existe en su inti­midad y en la relación social y aprender a repararla avanzando en el establecimiento de su unidad interior y de la convivencia con los demás hombres. Educarse es acercarse a la realidad del hombre y del mundo en la doble dimensión que esa realidad tiene. De una parte algo que ahora es y que ahora tiene una forma y una exigencia dada. De otra parte, algo que tiene que ser y que ya ahora se encamina a una forma y a una exigencia superior. De modo que educarse es adentrarse activamente en la esperanza de una relación hu­mana plena que desde ya se puede prefigurar y edificar.Educarse es, en suma, ser y avanzar hacia el ser, ver y vislumbrar, asu­mirse el hombre en lo que ahora es y en el hombre que dentro de él pugna por llegar a ser, asumir cada cual la sociedad actual y asumir, adelantando ya, ahora, la sociedad que hay que construir. 2. Ser educado, educarse y educar. Cuando un hombre avanza en su educación, es decir, cuando camina decididamente hacia su forma humana, ocurren en cl tres experiencias que, aunque no son separables, son sin embargo, susceptibles de distinción. Son el ser educado, el educarse y el educar. Ser educado alude al impacto positivo del mundo sobre el hombre. Equivale a recibir apoyo educativo de parte de otro ser humano. Sucede que, a veces, el mundo de un hombre se pone de su parte y se empeña en su crecimiento. El hombre, entonces, recibe estímulo, apoyo, acogida, iluminación. Vienen, de fuera de él, fuerzas que le abren cami­no, que lo despiertan, que le alimentan la esperanza, que le ponen, ante los ojos, vislumbres de la profundidad y la altura de la vida a que está llamado.
El hombre entonces recibe apoyo de su mundo, es educado por su mun­do. En ocasiones, algunos de estos apoyos son de tal magnitud que el hombre se siente en una muy grande deuda con ellos. Es lo que pasa, por ejemplo, en algunos hombres, con el apoyo que han significado para ellos, sus padres, o un amigo, o un maestro. Con todo, y por alta que sea la ponderación que estos apoyos puedan tener en si mismos, el hombre queda siempre libre de tomarlos o de recha­zarlos. Los apoyos educativos no hacen al hombre, no lo forman, no lo desarrollan. Lo estimulan, lo impulsan; pero no se incorporan, sin su consenti­miento, en su intimidad. En la intimidad el hombre permanece intocado y sólo él puede decidir la manera como reaccionará ante el apoyo que se le en­trega. G. Highet en El arte de enseñar trata el caso de esos discípulos de gran­des maestros, Judas, Nerón, Alcibíades y otros, que fueron capaces de recha­zar la poderosa influencia de sus educadores. . Porque el hombre posee fuerzas que le permiten superar el peso del me­dio que lo rodea. Puede alguien cruzar, limpio y verdadero, un ambiente moralmente irrespirable. Puede, a su vez, otro sacarse de encima el más hermoso clima de generosidad y elegir, en cambio, una personalidad torcida. En la existencia de la libertad interior radica justamente la segunda de estas experiencias que hemos nombrado: la experiencia de educarse. Educarse es asumir, el hombre, su educación. Es consentir en su rol de primer actor en la tarea de conducir su desarrollo; es enrolarse como volunta­rio en la misión de humanizar el mundo, es aceptar por su cuenta a la esperanza y traerla decidido hasta el presente. Presionado por un mundo que, en ocasiones, se pone de su parte y en ocasiones lo agrede, presionado asimismo por sus propias fuerzas interiores, algunas de las cuales le presentan la belleza de su forma humana mientras otras le presentan más deseable una forma ajena, el hombre busca su camino de hombre. Cuando esa búsqueda es leal y cuando entre apoyos y agresiones, per­manece fiel a su forma humana, el hombre se educa. Ya no sólo es educado o deseducado, ya no sólo es objeto de ayuda o agresión. Ahora él se educa, él es sujeto, protagonista de su desarrollo. Cuando sólo es educado o deseducado, el hombre replica como un espejo a su mundo y es solidario si su mundo es solidario y es agresivo si su mundo es agresivo. Cuando, en cambio, el hombre se educa, él se hace cargo de su respuesta a su mundo, él elige la palabra que dirá a su llamamiento. A este respecto es útil la relectura de Un psicólogo en el campo de concentración en el que Víctor Frankl, junto con describir comportamientos de hombres que actuaban en concordancia con el egoísmo, la crueldad, y la más brutal miseria física y moral que caracterizaban la vida en el campo de concentración, recuerda, también a hombres que, en esa condición tan adversa, permanecieron fieles a su vocación humana. “¿Quién -escribe- de los que vivieron el campo de concentración no sabría referirse a aquellas figuras hu­manas que deambulaban a través de la plaza donde nos formábamos o iban de barracón en barracón dejando caer aquí una palabra cariñosa, entregando allí el último trocito de pan?” Decimos entonces, que un hombre se educa, cuando se asume, cuando él se toma con sus propias manos, cuando acoge los apoyos y enfrenta las agresiones premunido de la decisión de utilizar esos estímulos en el cumpli­miento de su vocación. Educarse es pues avanzar hacia la madurez humana. Es adentrarse más y más en el cuidado de la vida y en la construcción de un mundo habitable pa­ra todos los hombres. Es tomar decidida posición del lado de la esperanza. Y aquí aparece la tercera experiencia que hemos antes nombrado: la experiencia de educar. Mientras ser educado consiste en disponer alguien de ayuda para encontrarse con su vocación y consentir en ella; y mientras educarse es hacerse, el hombre, protagonista de su desarrollo y de su respuesta afirmativa a la voca­ción que recibe, educar es ponerse, un hombre, de parte de la vida de otro y ayudarlo a sacar su vocación adelante. Hay que repetirlo: Educar es ponerse, un hombre, de parte de la vida de otro y ayudarlo a sacar su vocación adelante. Educar es comprometerse con otra vida humana y empeñarse en que exista y avance hacia su realización. Educar es enrolarse con otro en la empresa en que este intenta humanizar el mundo. Educar es caminar con otro y prestarle asistencia en el desarrollo de su capacidad de compromiso con la dignidad de toda vida humana. Educar es ayudar, a otro, a darse cuenta del aporte absolutamente in­sustituible que él trae a la vida de otras personas, es ayudarlo a consentir en ese aporte, a cultivarlo y entregarlo. Educar es avanzar, con otro, en la anticipación de una plenitud de vida fuertemente esperada. La experiencia de educar está ligada a la de educarse porque educarse es tomar la propia vida y aportarla; y el educar es una forma de aportar la pro­pia vida. Porque educar es buscar, con otro, el camino del otro hacia la madurez humana; y educarse es buscar, también con otro, en el servicio de otro, el propio camino hacia la madurez. Esto hace que educar sea algo que todo hombre, alguna vez, en algún momento, ha hecho mientras ha estado, en relación con otros, buscando su condición humana. Todo hombre, alguna vez, en algún momento ha sido educador. 3 Los educadores Hay, sin embargo, hombres que son educadores de un modo más cons­tante y permanente. No son educadores de un solo hombre, sino de varios, no son educadores de un modo accidental, sino de un modo más permanen­te. Son hombres en quienes el nombre de educador tiene un uso más legíti­mo y más propio. Es a ellos a quienes se puede llamar, con certeza, educado­res. No siempre estos hombres ocupan una función que pudiera estimarse educativa. No siempre son padres de familia, profesores o comunicadores so­ciales. Pueden ser también vendedores, deportistas, carpinteros, arquitectos, suplementeros. Son educadores, no por el sitio que ocupan en la relación social, sino porque creen en el valor de toda vida, porque han descubierto el sentido del servicio, porque son firmes en su esperanza, porque toman parte activa en la construcción de la comunión; en suma, porque, día a día, siguen su vocación humana. Son educadores porque, según la expresión de H. Nohl en su Teoría de la educación, en ellos se encuentran vivientes las tareas humanas y porque, en su palabra hecha carne, los hombres obtienen energía personal. . Son educadores porque son testigos de que la vocación de hombre, aún en la más dura adversidad, es posible de ser seguida. Son educadores porque no hablan de la justicia, de la esperanza, de la solidaridad o de la verdad, como de cosas que ha leído en los libros. Antes bien parecen habitar un mundo interior en que esas realidades les son conocidas y cercanas. Ellos educan sin poder evitarlo. Educan porque han descubierto el sentido de la vida, porque son alegres, porque son verdaderos, porque están habitados por la esperanza. Educan porque ellos ya están siendo lo que los demás hombres todavía tienen que aprender a ser.
Publicado por rdiaz a las Marzo 28, 2007 12:19 AM
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Comentarios
Buuucha me dieron ganas de leerlo :( pero toy muerto leyendo pa historia de chile y pa historia de grecia. A penas puedo y comento el texto.Básandome en la introducción recuerdo lo que hablabamos hoy en clases, además de la gente que no puede optar solo por una licenciatura en inglés, historia, matematicas están las universidades que ya dan un casi nulo énfasis a los ramos de pedagogía privilegiando los de las materias propiamente tales, tratando de hacer profesores que saben mucho de su materia pero poco de "como entregarlo de la mejor forma al alumno".
Así como tambien las universidades caen en el error de que los profesores que hacen los ramos de Educación o pedagogía, en su vida han pisado una aula de clases de educación media, pues, son sociologos, psicologos que te dicen como actuar segun sus conocimientos, pero que por experiencia, nada la pirinaca :O
saludos pajarin, Visita el blog :$
Publicado por:
Conejo a las Marzo 28, 2007 7:36 PM
Amar tanto la especialidad, como para enseñar a los demás a quererla tanto o más que uno...
Recuerdo que ésas fueron mis palabras en mi primer año de universidad, hace varios años atrás...
Publicado por: Campiolina a las Marzo 29, 2007 8:13 PM
Bueno profe... hay que decirlo me aclaro muchas dudas yo soy de la carrera de psicopedagogia 1º año... tengo que decirle que en sus clases no me enchufaba todavia ahora si ya vamos en buen camino... porque entre talla y talla no sabia en que contenidos iban, esto me aclara muchas dudas y ya se en lo que ya vamos y estoy ya centrada en lo que es el tema de educacion ... espero que cuando tenga dudas pueda acercarme a usted para aclararlas... bueno me voy a estudiar tengo que leer algo para neurociencias por lo menos esta entretenida la materia ... me voy chao..______
Publicado por: Nataly a las Abril 11, 2007 11:16 PM
ME ENCONTRE CON TU PAGINA , BUSCANDO UN MATERIAL PARA UN ENSAYO SOBRE LA EDUCACION ANTIGUA Y ACTUAL EN GRECIA , PARA MI HIJA QUE ESTA EN 3ª MEDIO Y LEI LO TUYO , ME GUSTO MUCHO , YO TRABAJO EN UN COLEGIO BÁSICO Y VEO MUCHO ESO DE ESTUDIE POR NECESIDAD ESTA CARRERA. BUENO ADIOS
Publicado por: maria guadalupe a las Junio 11, 2007 2:59 PM

COMPARTIENDO MATERIALES.


Amigas (os)

Aquí les envío la síntesis del Seminario de Orientadores que se dió en el Centro de `Perfeccionamiento en lo Barnechea Nos da una grata tarea que todos los niños )as) jóvenes y jovencitas aprendan lo necesario o fundamental teniendo como norte una persona de bien a la sociedad Se sienta este educando que a diario logra aprehender saberes de calidad dado por una maestra o maestro que lo respeta como es y que le da elogios cuando alcanza y aprende Cada profesor debe ser el modelo de vida respetemos a nuestros jóvenes no pongamos apodos no les discriminemos demos optimismo que también lo lograrán Sus padres siempre quieren lo mejor para sus hijos es por ello que lo matricularon allí Uds.


Entregan calidad de educación a PERSONAS que tienen sueños por lograr ayudémoles a que sea realidad Hay algunos alumnos (as) que vuelan es decir captan rápidamente vuela con ellos, otros que reptan más lentos repta con ellos, otros que corren corre con ellos otros que gatean no los discriminen a los más lentos ellos también necesitan superarse, necesitan de oportunidades y pensemos nosotras (os) como Profesoras (res) no somos perfectos estamos llenos de falencias Que les parece tenemos una gran Misión en nuestro quehacerUn gran abrazo de


Marta Quiroz Orientadora en la Escuela República de Panamá.


LOS POWER POINT LOS PUEDES SOLICITAR A:


Oscar A. García Cárdenas

Profesor Orientador



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domingo, 5 de octubre de 2008

En El Mes Del santo rosario. un Aporte a Nuestra Oración. 2008


ACTO DE CONSAGRACION A LA INMACULADA CONCEPCION
Del Padre Maximiliano Kolbe.

“Dígnate recibir mi alabanza, oh Virgen bendita”.
Inmaculada Concepción
Reina del cielo y de la tierra
Refugio de los pecadores y Madre amantísima
A quien Dios quiso confiar todo el orden
De la misericordia:
Heme aquí a tus pies a mí, N……………….., pobre pecador.

Te lo suplico, acepta mi ser entero
Como tu bien y propiedad tuya;
Obra en mí según tu voluntad,
En mi alma y en mi cuerpo,
En mi vida y mi muerte y mi eternidad.

Dispón ante todo de mí como lo desees,
Para que se realice finalmente lo que
Se ha dicho de ti:
“La Mujer aplastará la cabeza de la serpiente”;
y también:
“Tú sola vencerás todas las herejías
del mundo entero”.
Que en tus manos todas puras, tan ricas en misericordia,
Sea yo un instrumento de tu amor
Capaz de reanimar y de hacer florecer plenamente
Tantas almas tibias o extraviadas.
Así se extenderá sin fin el reino del Corazón
Divino de Jesús.

Verdaderamente, tu sola presencia atrae las gracias
que convierten y santifican las almas,
puesto que la gracia brota del Corazón
divino de Jesús
sobre todos nosotros
pasando por tus manos maternales
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