sábado, 13 de octubre de 2007

MACHISMO.



Los cambios en la relación entre géneros: desde la búsqueda de una identidad a la violencia
Machos en crisis.

Ya no son los proveedores de la casa ni la única voz que ronca en la relación de pareja y el sexo. Los hombres se sienten perplejos frente a los cambios sociales que desdibujan su tradicional identidad masculina. En este nuevo escenario, si bien muchos exploran con gusto en sus nuevos roles, otros ven en la violencia su única arma para demostrarle a su pareja -y a sí mismos- su superioridad.

Ya no son los machos proveedores ni los grandes protectores de la familia. El ingreso de la mujer al mundo laboral le dio a ésta no sólo mayor autonomía económica sino también de decisión y liderazgo al interior del hogar. Para qué hablar del sexo. En ese territorio -donde ni su desempeño ni supremacía jamás había sido cuestionados- vivieron su peor terremoto: ellas sacaron la voz para exigir calidad, aprobar el sexo sin amor y ser infieles igual que ellos. Cambios que tienen a la identidad masculina en crisis y buscando nuevos cimientos en los que levantarse. Mientras ello ocurre, reina la incertidumbre y en los ex machos dominantes la perplejidad llena los vacíos que dejó el patriarcado en retirada. "En esta sociedad, donde los valores masculinos están desdibujados, donde ya no se puede ser el proveedor, el conquistador, el protector, o el reproductor , por alguna parte tengo que mostrar que soy macho, y recurro a la violencia para poder exhibir mi masculinidad, es una demostración caricaturesca, pero es la forma en que me afirmo como macho", dice Klaudio Duarte, director del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, quien cree que hay una relación directa entre los cambios sociales de los últimos cuarenta años y los eventos de violencia.
"En esta suerte de no saber qué hacer, intentamos resolver estos problemas con la violencia. Porque muchos siguen con una lógica de posesión sobre el cuerpo femenino, que es mucho más sutil, porque en el imaginario masculino no sólo el cuerpo de la mujer es propiedad privada, sino particularmente su genitalidad. Lo que le duele al varón que sabe que su mujer se involucró con otro es que el cuerpo femenino y la genitalidad de ella estuvo con otro. Discursos como la maté porque era mía apuntan a esta lógica. Porque, además la poligamia, la aceptamos sólo para nosotros y eso aún es muy fuerte en los hombres".
Si bien no todos los varones resuelven sus problemas a través de la violencia, a la mayoría los cambios sociales los tienen en un proceso de transformación en que la falta de certezas y las contradicciones abundan. "Se produce una tensión bien especial. Por ejemplo, los varones más jóvenes -de 45 años hacia abajo- muestran un discurso bastante alternativo, que reconoce que las mujeres sean proactivas, trabajen, que tenga iniciativa en lo sexual, etc. Eso lo aceptan. Pero cuando uno los pone en la situación, a la mujer tomando decisiones y ganando más plata que ellos o pasándoles un preservativo e invitándolos a tener sexo, estos varones del discurso alternativo reculan y se instalan de nuevo desde la lógica patriarcal", dice Duarte.
Victimario sin tratamiento
Francisco Aguayo, coordinador de masculinidad del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género de Universidad de Chile dice que el gran problema es que ni la identidad masculina ni el tema de la violencia -estudiada ésta desde el mundo del hombre- han sido analizadas con detenimiento, lo que se transforma en una barrera nada de despreciable a la hora de intentar prevenir los casos de femicidio.
Aguayo critica que las políticas se centren en las víctimas de violencia, pero no en el victimario, quien no es tratado para que detenga la conducta. "Se requieren políticas de salud mental dirigidas especialmente a los hombres. Los hombres no llegan al sistema, y sí tienen problemas de salud mental. Se requiere salir a buscar a los hombres a nivel comunitario, cambiar el modo de tratar a los hombres y se requiere que el personal de Salud tenga formación en género para poder acoger a los hombres", dice.
Para Duarte, la solución de estos signos de violencia y de la crisis en el imaginario colectivo de la identidad masculina, pasa por políticas públicas. "Eso quiere decir "meterle mano" a todo lo que huela a sexismo: Al cine, la tele, la publicidad, los diarios. Hacer algo para dejar de transmitir mensajes que potencian este tipo de cuestiones. No puede ser que en los textos escolares aún María compre en la feria y Pedro construya casas".
Claudia Dides, de Flacso, quien cree que "el gran desbarajuste para los hombres" se relaciona con el empoderamiento de las mujeres para defender sus derechos", comparte que la educación tiene una gran deuda en este tema: "Salud ha hecho lo suyo, aunque no es mucho. Pero en Educación no existen programas que les enseñen a los niños que pegarle a una mujer no es distinto a pegarle a otra persona. Hay algunas campañas para el matonaje escolar, pero nada para promover la relación sana entre los géneros", reclama.

Tomado del diario Nacional Chileno la Nación.

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